Desde el Estigia y a través del Leteo.

Soy Pepe y estoy aquí, ¿puedes verme? Sólo quiero mirar y hablar un poco, mirando a través del río terrible que es el Estigia, y pasando con cuidado por el Leteo, que en cualquier momento y descuido se comerá todos los recuerdos.

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Nombre: Pepe
Ubicación: Ninguna, Región este.

Érase yo, y me perdí, desde entonces vago. Me gusta platicar, me gusta admirar, me gusta contar, y si no hay nada más, vamos a gritar. Si la tranquilidad es adecuada, dormiré, mayor delicia no hay.

domingo

Entretenimiento doméstico.

Frank, recién regresé de tender la ropa.

Hace tres semanas que aprendí a usar la lavadora con finalidades de limpieza de prendas íntimas, sábanas y pijama. Y me ha pasado justo como con el barrer: me entretengo de lo lindo.

La respuesta más obvia y acertada que no faltará en la mente de más de alguna persona lectora:

"Claro, pero inténtalo hacer diario durante diéz años y a ver qué tal".

Tal vez si pensara en los años que me quedan de barrer y tender ropa me angustiaría y sufriría cada ínfimo instante de la doméstica tarea, pero no lo pienso, sólo lo hago.

Claro está que lo hago sin tener una lista de mil cosas en espera de ser hechas cargo. No, es más bien como una actividad de media tarde desierta, de esas tardes de domingo que nacieron muertas y que en realidad son el tiempo y la cosa más inerte que hay. Incluso en días en que hay una fiesta, la tarde de domingo se filtra y lo extermina todo. Claro que para la noche ocurre el milagro y todos resucitan, ya sea para acabar de festejar o terminas las postergadas tareas escolares.

Y yo estaba ahí, con parsimonia de niño que no sabe de prisas acomodando cada prenda en la lavadora, restregando un poco este o aquel calcetín, dejando a la sabia máquina hacer su trabajo, regresando horas después y tendiendo todo con los míticos ganchitos o como se llamen.

Y ya no pienso en nada, sólo tomo cada prenda, la tomo con cuidado y delicadeza, la acomodo, la aliso un poco, que todo esté bien y al tendedero. Sin pensar nada. Otra prenda, lo mismo. Y así hasta que todo ha acabado.

Paz insulsa.

Son momentos en que no hay nada.

Son momentos tranquilos.

Y...

Espero que dentro de diez años...

Sigan siéndolo.

Nos vemos.

viernes

Extraño...

Frank, aquí va un cuento... Elyah, Karl, ustedes también lean.

La habían atrapado mientras cruzaba una calle cualquiera, el susto había sido tal que ya no recordaba hacia a dónde se dirigía en aquel (así le parecía) lejano entonces.

Le hablaba con una voz suave que farfullaba una serie de palabras que la situación hacía demasiado ininteligibles para siquiera querer descifrar. Y no podríamos culparla, ¡estaba atada a un árbol!

Tenía los ojos vendados, la boca amordazada, y había cuerdas por todas partes, tantas que sólo sabía que no podía moverse. La rugosa corteza en su espalda y el leve sonido de las hojas al viento (que hacían de fondo de las amables palabras que no cesaban ni un segundo de surgir) le habían indicado a dónde le habían atado.
Se ponía cada vez más nerviosa. Empezaba a creer que era mejor no tranquilizarse, pues cada vez que lo lograba, algún pensamiento inoportuno le dejaba en un estado de terror cada vez mayor.

Aquel sujeto le tenía a su merced, no podía ver nada y entonces todo plan de escape se volvía quimérico, ¿y si estaba en un lugar desolado donde le cazaría con ventaja de predador, y si estaba armado y dispuesto a probar los placeres de la necrofilia de ser necesario, le dejaría ir algún día o pensaba matarle sin falta, y si se le ocurría tenerla bajo custodia por años y años de aberrante cautiverio?

Su corazón casi se congeló, sintió que estaba a punto de comenzar, sintió las manos del extraño mientras le quitaba la mordaza y a punto estaba de gritar pero el beso más tierno de toda su vida se lo impidió.

Enseguida, aquel sujeto, y siempre hablando con aquel tono tan suave y tranquilo, le desató y se alejó por fin silbando una linda canción.

Cuando salió de su pasmo, ella reconoció:

-Hay gente muy enferma en este mundo... porque... estoy un poco decepcionada...

Un súbdito deseo le recorrió pero ya era demasiado tarde, aquel sujeto ya había dado la vuelta a la esquina.

Nos vemos.

lunes

Fantasías divinas.

Karl... ¿en qué crees?

Antes...

Imaginaba que al morir, si me iba al cielo, le preguntaría a Dios todas esas cosas de las que no se podía conseguir respuesta, como:

¿Cuál es el número más grande?



Cuando era pequeño...

Nos vemos.