Desde el Estigia y a través del Leteo.

Soy Pepe y estoy aquí, ¿puedes verme? Sólo quiero mirar y hablar un poco, mirando a través del río terrible que es el Estigia, y pasando con cuidado por el Leteo, que en cualquier momento y descuido se comerá todos los recuerdos.

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Nombre: Pepe
Ubicación: Ninguna, Región este.

Érase yo, y me perdí, desde entonces vago. Me gusta platicar, me gusta admirar, me gusta contar, y si no hay nada más, vamos a gritar. Si la tranquilidad es adecuada, dormiré, mayor delicia no hay.

jueves

Observaba...

Sobre la televisión del cuarto donde cada noche descansaba mis siempre crujientes huesos, había un camaleón.

Debo admitir que recordaba de forma vaga y ambigua si yo lo había puesto ahí o no. Dada mi debilidad por las cosas curiosas y/o lindas, en mi memoria parecía existir un recuerdo donde me veía comprando un montón de peluches al por mayor en un tianguis soleado. Ante tal pensamiento, no había prestado mucha atención a un camaleón que muy bien pude comprar en aquel frenesí consumista y que por lo demás, parecía de peluche.

Pero eso era exactamente lo que me molestaba, parecía de peluche. ¡Y lo parecía bastante bien! ¿Pero no es acaso la habilidad de los camaleones el parecerse a otra cosa incluso más que ellas mismas? Con ese pensamiento de orígenes obviamente literarios (esos escritores, metiéndonos siempre ideas raras para ver el mundo de más de una manera) me ha saltado la duda por el camaleón en cuestión que además de todo, me observaba.

Claro, un muñeco de peluche no mira, pero si aceptamos la posibilidad fuera un camaleón de otra clase, tal vez de la clase de los que miran, pues el camaleón me observaba. Lo que es más, estaban despanzurrado sobre la televisión y me parecía que con un poquito de esfuerzo y paciencia recorría pocoa poco sin despertar sospechas el corto camino que la pequeña pantalla de mi por demás pequeño artefacto audiovisual ofrecía.

Sin embargo, algo detenía mis pesquicias, así que por más apremiantes que fueran mis sospechas, por más que sintiera su mirar penetrando mi espacio vitual, no podía desenmascararle.

La verdad es que yo...

...estaba convencido que era de peluche.

¡Sï, lo sé! ¡Llevo varios párrafos arguyendo contra esa obvia hipótesis! ¡¿Por qué entonces ahora digo que realmente nunca tomé nada de eso en serio?!

Eso, mis estimados amigos, se debe a que por más plausible que sea cualquiera de las dos hipótesis, la pereza que me pega al sillón me ha dejado ciertos restos de culpa (como a todo buen católico que se precie de serlo o haberlo sido). Así que me he lanzado en esta serie de disparates que por lo pronto sólo pueden llegar a esta conclusión de índole más que filosófica:

Sobre la televisión, hay un camaleón que parece de peluche y que tiene la cara vuelta hacia mí.

Si alguientiene duda sobre lo aquí descrito, sea libre de cuestionarlo y analizarlo en toda su lógica, que a mí por lo pronto poco me importa. Después de todo, de nada podemos estar seguros, pero siempre lo estamos de todo.

Fin.