Desde el Estigia y a través del Leteo.

Soy Pepe y estoy aquí, ¿puedes verme? Sólo quiero mirar y hablar un poco, mirando a través del río terrible que es el Estigia, y pasando con cuidado por el Leteo, que en cualquier momento y descuido se comerá todos los recuerdos.

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Nombre: Pepe
Ubicación: Ninguna, Región este.

Érase yo, y me perdí, desde entonces vago. Me gusta platicar, me gusta admirar, me gusta contar, y si no hay nada más, vamos a gritar. Si la tranquilidad es adecuada, dormiré, mayor delicia no hay.

domingo

Entrada por salida.

Era una puerta de esas imponentes que se usaban de usual en el cielo. Aunque desde la gran remodelación habían sido casi todas cambiadas por modernas puertas de cristal. Después de todo, dejaban ver mejor lo que uno se estaba perdiendo, ya fuera castigos infinitos o dicha sin precedentes.

La puerta de la que hablo estaba pronta a ser retirada, más aún, toda la sección a la que conducía iba a ser removida. No habría puerta de cristal automática pues.

Un querubín rondaba la puerta, parecía tenerle una cierta senimentalidad, como si algo de él estuviera inscrito en la historia de la imponente puerta.

Pero luego de un par de vueltas de palomilla con foco se alejó con beatífica sonrisa.

Un demonio pasó de largo también. Pasaron dos más. Parece que era mentira eso de la curiosidad demoniaca.

Otro Querubín llegó, abrió la puerta que se abrió con el sonido de un coro celestial, entró y salió con un hato de papeles.

A partir de ese momento querubines, arcángeles y mefistófeles entraban y salían con rapidez que denotaba una ausencia de contratiempos.

Se interpuso pues ante el consejo celeste que la puerta no fuese removida y las firmas de peticiones no se hicieron esperar, llegando por decenas en todas las letras y colores que existían.

Se decidió dejar la puerta, al pueblo lo que pida.

Los diablos hablaron maravillas de esta nueva burocracia que era posible ahora que se habían derogado los límites de jurisdicción (lo que explicaba tanto personal infernal en una zona en teoría divina). Y todos siguieron entrando y saliendo por la purta que ni opr una vez, dejó de proferir sus angelicales coros al abrirse y cerrarse.

Un memo fue enviado a todas las oficinas:

Debido a las peticiones y a lo favorable que ha resultado tener un lugar inexistente para hacer las más diversas tareas, se ha decidido mantener la puerta al Limbo. Se les recuerda que toda existencia que pase más de cuatro minutos dentro dejará de ser reconocida como tal, así que se pide todos esos asuntos que necesiten de un espacio inexistente sean llevadoa buen término con la mayor rapidez posible.

Tengan buen día.

Administración sacro-demónica.

sábado

Noches de sueño

Esta noche, mis estimados, quisiera hacer una parodia de El resplandor:

"Sólo espera y nada de canto hacen de Pepe un niño triste."

Fuimos al bar Karaoke donde lo único que no hicimos fue Karaoke. ¡Que esto sea una proclama para los bares karaoke del mundo y para los karaokistas también!

Uno va a un bar Karaoke a cantar. Aunque sea una mesa chiquita, también queremos cantar. Por eso fuimos al bar Karaoke. Lógico, ¿no?

En otras noticias, mis oídos se recuperan dle barullo impresionante que una proporción de diez mujeres a un hombre ocasionan en un bar Karaoke un tanto encerrado. Ni los del micrófono se escuchaban. Pero daba gusto el ambiente, eso sí.

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La luna había decidido ser un arco y el niño insistía en verla com ouna sonrisa.

La luna tuvo que dar su brillo a torcer: sí, estoy sonriendo. Le espetó al niño, que muy feliz le regresó la sonrisa.

A la luna no le importó mucho cuando lo reflexionó un poco. Ella tenía eones siendo arco o sonrisa, así que darle gusto al pobre mortal no era problema. Así que la luna acabó siendo realmente sonrisa.

Mientras tanto, nuestro niño había vagado su vista primero a las estrellas que escapaban entre la barrera invisibilizadora del smog y después a los faroles que escoltaban el asfáltico camino. Los autos pasaban rápidos y furiosos con sus luces prendidas y la procesion luminosa en su completa composición (completada por los árboles que detienen el cielo claro) fue algo digno de admirar y de intentar plasmar.

Así es, el niño trató de escribirlo. Pero como lo atropeyó un perro, lo acabé escribiendo yo.

Así es esto.

jueves

Observaba...

Sobre la televisión del cuarto donde cada noche descansaba mis siempre crujientes huesos, había un camaleón.

Debo admitir que recordaba de forma vaga y ambigua si yo lo había puesto ahí o no. Dada mi debilidad por las cosas curiosas y/o lindas, en mi memoria parecía existir un recuerdo donde me veía comprando un montón de peluches al por mayor en un tianguis soleado. Ante tal pensamiento, no había prestado mucha atención a un camaleón que muy bien pude comprar en aquel frenesí consumista y que por lo demás, parecía de peluche.

Pero eso era exactamente lo que me molestaba, parecía de peluche. ¡Y lo parecía bastante bien! ¿Pero no es acaso la habilidad de los camaleones el parecerse a otra cosa incluso más que ellas mismas? Con ese pensamiento de orígenes obviamente literarios (esos escritores, metiéndonos siempre ideas raras para ver el mundo de más de una manera) me ha saltado la duda por el camaleón en cuestión que además de todo, me observaba.

Claro, un muñeco de peluche no mira, pero si aceptamos la posibilidad fuera un camaleón de otra clase, tal vez de la clase de los que miran, pues el camaleón me observaba. Lo que es más, estaban despanzurrado sobre la televisión y me parecía que con un poquito de esfuerzo y paciencia recorría pocoa poco sin despertar sospechas el corto camino que la pequeña pantalla de mi por demás pequeño artefacto audiovisual ofrecía.

Sin embargo, algo detenía mis pesquicias, así que por más apremiantes que fueran mis sospechas, por más que sintiera su mirar penetrando mi espacio vitual, no podía desenmascararle.

La verdad es que yo...

...estaba convencido que era de peluche.

¡Sï, lo sé! ¡Llevo varios párrafos arguyendo contra esa obvia hipótesis! ¡¿Por qué entonces ahora digo que realmente nunca tomé nada de eso en serio?!

Eso, mis estimados amigos, se debe a que por más plausible que sea cualquiera de las dos hipótesis, la pereza que me pega al sillón me ha dejado ciertos restos de culpa (como a todo buen católico que se precie de serlo o haberlo sido). Así que me he lanzado en esta serie de disparates que por lo pronto sólo pueden llegar a esta conclusión de índole más que filosófica:

Sobre la televisión, hay un camaleón que parece de peluche y que tiene la cara vuelta hacia mí.

Si alguientiene duda sobre lo aquí descrito, sea libre de cuestionarlo y analizarlo en toda su lógica, que a mí por lo pronto poco me importa. Después de todo, de nada podemos estar seguros, pero siempre lo estamos de todo.

Fin.

miércoles

Un mago (...que sean dos).

Posó sus manos sobre el cesped, y con un rápido, elegante movimiento, desprendió un pedazo de jardín. Lo giró con delicadeza sobre sus hombros y se lo colocó como una capa.

-Es mi manto de hierba, soy un mago de hierba- anunción triunfante.

-Es más bien como pasto, eres un mago de pasto- le corregí.

Me miró como quien no entendía.

Éramos dos magos, de esos magos que lo pueden todo, así que el jugar a ser magos de algo en específico era una mera charada, ¿qué diferencia podía haber entre el pasto y la hierba? Esas diferencias eran nimias.

Pero mi minuciosidad era cosa mía.

No de él.

Tomó un arbusto que se desenraizó con rapidez y lo blandió, ya tenía un báculo.

Yo seguía observándole. Creo que no tenía muchas ganas de jugar. Me complacía en mirar y criticar.

Eso nunca le simpatzó mucho.

-¿Por qué tienes que ser así? Ven y juega conmigo.

-No, si así lo estoy muy bien.

-¿A qué le temes?

-A lo de siempre. Desde que jugamos a la casita y me la creí, ya no me dan muchas ganas de volverme a engañar.

-Ah, pero eso no era un juego.

-Exacto a eso me refiero. Dejó de serlo. Te lo tomas demasiado en serio, y yo me lo tomé muy en serio aquella vez.

-No te entiendo muy bien...

Me reí y le di un beso furtivo.

-Exacto es lo que no entiendes, que sé jugar tan bien que te saco de tus juegos para que entres a los míos.

-¡Entonces fue una trampa!

-No, para nada. ¿No te divertiste?

Le miré muy fijo, muy cerquita. Y estoy segura que mi mirada lo desarmó. Ni siqueira se debió acordar que llevábamos un día de conocernos.